1.
Tú, antaño una admirada una beldad de Shreveport,
con cabellos color alheña y la piel como un capullo de durazno,
aún te haces copiar modelos de aquella época,
y tocas un preludio de Chopin
que Cortot llamó: "Encantadores recuerdos
fluyen como perfumes por la memoria."
Tu mente ahora, se desmorona como tarta de bodas,
cargada de inútiles experiencias, rica
en sospecha, rumor, fantasía,
deshaciéndose bajo el filo del cuchillo
de la realidad. En la flor de la vida.
Enervada, enardecida, tu hija
limpia las cucharas, crece de otra forma.
2.
Golpeando la cafetera en el fregadero,
ella escucha a los ángeles increpantes y mira hacia afuera
el confuso cielo más allá de los jardines rastrillados.
Hace sólo una semana le dijeron: No seas paciente.
Lo siguiente fue: Sé insaciable.
Después: Sálvate a ti misma, a otra no puedes salvar.
A veces ha dejado que el agua hirviente le queme el brazo,
o que un fósforo arda hasta quemarle la uña del pulgar,
o ha dejado su mano en el escape de la tetera
justo sobre el vapor caliente. Quizá sean ángeles,
puesto que a ella ya nada le hace daño, excepto
la arenilla de cada mañana metiéndosele en los ojos.
3.
Una mujer reflexiva se acuesta con monstruos.
Ella se convierte en el pico que la sujeta. Y la Naturaleza,
aquel todavía cómodo arcón
de témpora y mores
se atiborra con todo eso: las ajadas flores de naranjo,
las píldoras femeninas, los pechos tremendos
de Boadicea bajo las orquídeas y dragones.
Escucho gritar, a través del cristal tallado y la mayólica,
a dos atractivas mujeres, embebidas en la discusión,
cada cual orgullosa, aguda, sutil,
como Furias arrinconadas lejos de su presa:
La disputa ad feminam: les entierro todos los viejos cuchillos
que se me han oxidado en la espalda
ma semblable, ma soeur!
4.
Reconociéndose muy bien la una en la otra:
sus talentos no son sólo placer, sino una espina,
el punzón afilado contra el menor indicio de desprecio...
Leyendo mientras espera
que la plancha se caliente,
escribiendo, My Life had stood —a Loaded Gun—
en esa despensa de Amherst mientras las mermeladas hierven y se cocinan,
o más a menudo,
con ojos férreos y con pico y resuelta como un pájaro,
limpiándolo todo en el depósito de la vida diaria.
5.
Dulce ridens, dulce loquens,
ella se afeita las piernas hasta que relucen
como colmillo petrificado de mamut.
6.
Cuando con su laúd canta Corina
ni las palabras ni la música le pertenecen;
sólo su largo cabello rozándole
la mejilla, sólo la canción
de seda en sus rodillas
y éstas se acomodan
en un abrir y cerrar de ojos.
Serena, temblando e insatisfecha,frente a
una puerta abierta, aquella jaula de jaulas,
dinos tú, pájaro, tú, máquina trágica—
¿es éste un fertilisante douleur? inmovilizada
por el amor, para ti el único acto natural,
¿estás mejor preparada
para apreciar los secretos de la bóveda? Nuera ¿La Naturaleza
te mostró los libros de cuentas,
que sus hijos nunca vieron?
7.
"Contar en este mundo incierto con algún refugio
que no pueda ser destruido, es
de importancia primordial."
Así escribió
una mujer, en parte valiente y en parte buena,
que luchó contra lo que comprendía en parte.
Pocos hombres alrededor podrían o harían más,
por ello se la calificó de arpía, alimaña y puta.
8.
"Todas mueren a los quince", dijo Diderot,
y se volvió en parte leyenda, en parte convención.
Sin embargo hay ojos incorrectos que sueñan
detrás de las ventanas nubladas de vapor.
Todo lo que pudimos haber sido,
todo lo que fuimos —fuego, lágrimas,
ingenio, gusto, ambición de mártir—
agita, como el recuerdo del adulterio que no fue,
el agotado y flácido pecho de nuestros años maduros.
9.
¿Vale más emprender las cosas,
que hacerlas bien? Sí, piensa
en las desventajas o sacúdetelas para siempre.
El lujo de esta niña precoz,
la inválida crónica de "el tiempo es oro",—
Queridas, si pudiéramos, ¿renunciaríamos a él?
Nuestra ruina resultó nuestra ventaja:
el mero talento nos bastaba—
reluciendo en fragmentos y bosquejos.
No suspiren más, señoras.
El tiempo es macho
y con sus copas brinda por las mujeres bellas.
Aturdidas en la galantería, escuchamos
las exageradas alabanzas a nuestras mediocridades,
la indolencia se interpreta como abnegación,
el descuido en el pensar se denomina intuición,
se nos perdona cada lapsus; nuestro crimen
en cambio, consiste en hacer sombra,
o en romper el molde, sin vacilar.
Por ello, el aislamiento penal,
gas lacrimógeno, bombardeo de dolor.
A ese honor hay pocas aspirantes.
10.
Bueno,
tardó mucho en llegar, la que debe ser
más despiadada consigo misma que la historia.
Con su mente desplegada al viento, la veo zambullirse
y atravesar luchando y deslizándose por la corriente,
atrayendo la luz
tan hermosa, al menos como cualquier chico
o helicóptero,
suspendida, llegando
sometiendo el aire con sus aspas finas
pero su carga
no será de promesas,
sino entregada
tangible
nuestra.