Durmiendo, turnándonos para girar como planetas
que rotan en su prado nocturno:
basta una caricia para saber
que no estamos solas en el universo, ni siquiera al dormir:
fantasmas del sueño de dos mundos
que andan por sus ciudades fantasmas, casi guiándose entre sí.
Desperté con tus palabras susurradas
hace años luz —u oscuridad—,
como si hubiese hablado mi propia voz.
Pero tenemos voces diferentes, incluso en sueños,
y nuestros cuerpos, tan semejantes, también son tan distintos
y el pasado que resuena en nuestra sangre
se yergue pleno de un idioma diferente, con significados diferentes —
aunque en cualquier historia del mundo que compartamos
podríamos escribirlo con nuevos sentidos.
Fuimos dos amantes de un mismo sexo.
Fuimos dos mujeres de una misma generación.
Adrienne Rich, Ventiún poemas de amor
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