Solamente una o dos veces encontré a Anne Sexton. Yo daba clases en el City Collage de Nueva York cuando ella murió, y la pequeña comunidad de mujeres, decidió celebrar una ceremonia en memoria de ella. Recordando el efecto que el suicidio de Sylvia Plath tuvo en tantas mujeres jóvenes (una obsesión imaginativa de sacrificio y muerte, injusta para la Plath misma y su lucha por sobrevivir), quise hablar sobre el problema de la identificación que surge siempre frente a un suicidio. Este artículo es el intento de hacer eso.
Anne Sexton fue una poeta y una suicida. Ella no era en un sentido consciente o por definición propia una feminista, pero se adelantó en algunas cosas al renacimiento del movimiento feminista. Escribió poemas aludiendo al aborto, a la masturbación, a la menopausia y al doloroso amor que una mujer carente de poder sentía por sus hijas, mucho antes de que estos temas fueran convalidados por la conciencia colectiva de las mujeres, y los escribió y publicó bajo la supervisión de las instituciones literarias machistas. En 1966, colaboré para organizar una lectura de poemas en Harvard contra la guerra en Vietnam, y le pedí que participara. Acudieron algunos famosos poetas y novelistas machos que leyeron poesía del ego. Anne leyó −en una voz suave y vulnerable− “Little Girl”, “My Striingbean”, “My Lovely Woman” [Mi niña, Mi habichuela, Mi hermosa mujer] −introduciendo con este último la imagen de la afirmación de una madre a su hija, en contraposición a las imágenes de muerte y violencia lanzadas aquella noche por hombres que jamás habían visto un pueblo bombardeado. Este poema está fechado en 1964, y es un poema feminista. A menudo su pensamiento era patriarcal, pero, en su sangre y en sus huesos. Anne Sexton sabía su condición de mujer.
Muchas mujeres escritoras al saber de su muerte, hemos tratado de reconciliar nuestros sentimientos respecto de ella, su poesía, su suicidio a los cuarenta y cinco años, con las vidas que tratamos de vivir. Hemos tenido demasiadas mujeres poetas suicidas, demasiadas mujeres suicidas, demasiadas autodestrucciones como la única forma de violencia que se les permite a las mujeres.
Quisiera enumerar, en memoria y honor a Anne, algunos de los modos con los cuales nos autodestruimos. Uno de ellos es la forma en que nos menospreciamos cuando creemos la mentira de que somos incapaces de crear obras importantes. No damos la importancia debida a nuestro trabajo o a nosotras mismas, siempre nos parecen más importantes las necesidades de los demás que las propias. Nos conformamos con producir trabajos artísticos o intelectuales en los cuales imitamos a los hombres, mintiéndonos a nosotras mismas y a los demás, en estos trabajos no nos esforzamos por llegar al techo de todas nuestras posibilidades, no conseguimos prestar a nuestro trabajo la misma atención y el mismo esfuerzo que pondríamos al cuidado de un hijo o un amante.
Hostilidad horizontal −desprecio por las mujeres− es otro modo más de autodestrucción: el miedo y la desconfianza hacia otras mujeres, porque las otras mujeres son como nosotras. La convicción de que "las mujeres en verdad nunca harán nada", que la supervivencia y la autodeterminación de las mujeres son secundarias a la revolución "real" que hacen los hombres, que ·nuestras peores enemigas son las mujeres·. Nos convertimos en nuestras peores enemigas cuando permitimos que el espíritu de odio y desdén que nos han inculcado se vuelva en proyecciones superficiales sobre cada una de nosotras. Otra clase de destrucción es la compasión fuera de lugar. Una mujer a quien conozco fue recientemente violada; su primera reacción −muy típica− fue sentir pena por su violador que la había amenazado con una navaja. Cuando empecemos a tener compasión por nosotras mismas en vez de por nuestros violadores, empezaremos a volvernos inmunes al suicidio. Un cuarto camino son las adicciones. Adicción al "Amor" (en la carrera de una mujer el amor se traduce en la idea de abnegación), amor a través del sacrificio como forma redentora; adicción al sexo como la afición de un drogado, lo que es una manera de obnubilarse o de inmolarse. Adicción a los estados depresivos −la forma más corriente de sobrellevar la existencia femenina. Como las depresivas no pueden considerarse responsables, los doctores nos prescribían píldoras, y el alcohol nos ofrecerá su cobijo de oscuridad. Adicción a la aprobación masculina; mientras puedas encontrar a un hombre que te apruebe, sexual o intelectualmente, de alguna manera tienes que estar bien, tu existencia está justificada, cualquiera que sea el precio que pagues.
Trivialización del propio valor, desprecio por las mujeres, compasión fuera de lugar, adicción: si nos pudiéramos purificar de este cuádruple veneno, tendríamos cuerpos y mentes más aptos para sobrevivir y reconstruir.
Pienso en Anne Sexton como en una hermana cuyos trabajos nos dicen contra qué tenemos que luchar dentro de nosotras mismas y frente a las imágenes que nos ha impuesto el patriarcado. Su poesía es una guía hacia las ruinas, de ella aprendemos lo que las mujeres hemos vivido y lo que rehusamos a vivir por más tiempo. Su muerte es un arresto, por un momento estamos detenidas, tomadas por el puño de un policía que nos dice que somos culpables de ser hembras y desposeídas. Pero, gracias a su trabajo, Anne Sexton está todavía presente entre nosotras y como Tillie Olsen ha dicho: "cualquier mujer que escribe es una superviviente".
Adrienne Rich, Sobre Mentiras Secretos y Silencios
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