domingo, 14 de agosto de 2022

Adrienne Rich: El significado de nuestro amor por las mujeres es algo que debemos expandir constantemente

 
El verano de 1977 fue un verano de militancia. Empezó con unas marchas del "Orgullo Gay" en respuesta a la campaña antihomosexual que a través de los medios de comunicación encabezaba una mujer: Anita Bryant. El movimiento gay masculino tomó a Bryant como blanco para su furia con una virulencia que daba mucho que pensar sobre la ginofobia que subyace en este movimiento...el tono de odio hacia las mujeres que se desprendía de las marchas, nos confirmó que no podíamos encontrar una verdadera "hermandad" solidaria del movimiento gay. Nuestra comprensión sobre lo que significaba Anita Bryant y lo que comportaba identificarla con una mujer, era necesariamente más compleja. 
 
Este discurso fue leído ante un pequeño grupo de mujeres que decidió separarse de la manifestación del "Orgullo Gay" en Sheep Meadow del Central Park y que posteriormente inició otra propia.
 
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Quiero hablar de algunas cuestiones que son acuciantes para nosotras en este momento, cuestiones  que exigen de nosotras no solo furia, orgullo y valor, sino la fuerza de voluntad de pensar y enfrentar nuestra propia complejidad.

     La iglesia, los medios de comunicación y todas las fuerzas de este país que necesitan un chivo expiatorio para desviar la atención del racismo, la pobreza, el desempleo y la absoluta corrupción obscena de la vida pública han emprendido un ataque concentrado contra la homosexualidad.* No es sorprendente pues que estos ataques hayan creado una nueva imagen popular e infame de la maldad femenina: Anita Bryant. Debería ser obvio para todas nosotras que ninguna mujer en una sociedad dominada por los machos puede manejar la influencia pública atribuida a Anita Bryant, a menos que los hombres decidan que así deber ser y a menos que las redes del poder masculino se lo permitan...Es obvio que Anita Bryant y Phyllis Schlafly son meras pantallas detrás de las cuales el sistema de dominación masculina está atacando no solamente a las lesbianas o a los hombres gay, sino a las mujeres y al movimiento feminista aún en sus formas más moderadas, y que el ataque está siendo alentado y patrocinado por la única gente en America con los recursos para hacerlo: los hombres.

  En el sistema patriarcal, el macho homofóbico odia al macho homosexual pero tiene un temor más profundo -y extremadamente bien fundado- ante la mera existencia de lesbianas. Junto a la persecución, nos hemos encontrado con el absoluto y sofocante silencio, con la negación y el intento de borrarnos de la historia y de la cultura en su totalidad. Silencio que no es más que una parte del gran silencio qu envuelve la vida de las mujeres. También ha sido una manera efectiva de obstruir el resurgimiento intenso y poderoso de una comunidad de mujeres y la entrega de las mujeres hacia las mujeres, hecho que amenaza al patriarcado mucho más  que los lazos existentes entre los homosexuales varones o la petición de igualdad de derechos entre mujeres y hombres. Y finalmente surge una amenaza más profunda que es la que ahora está planteando el feminismo lesbiano como una fuerza totalmente nueva en la historia.

    Mucho antes de que existiera o pudiera existir cualquier clase de movimiento feminista, existían las lesbianas; mujeres que amaban a otras mujeres, que rehusaban cumplir con el comportamiento esperado de ellas, que rehusaban definirse a sí mismas en relación a los hombres. Aquellas mujeres, nuestras antepasadas, millones, cuyos nombres no conocemos, fueron torturadas y quemadas como brujas, denigradas por la religión y más tarde destruidas en los senderos de la ciencia, retratadas en el arte y la literatura como raras, amorales, destructivas y decadentes. Durante mucho tiempo la lesbiana ha sido la personificación de la maldad femenina mientras tanto se desarrolló la cultura homosexual masculina dentro de la vida habitual de los hombres que, como siempre, ha sido visto como la cultura "real". Las lesbianas nunca han tenido el poder económico y cultural de los hombres homosexuales y existen unas partes de nuestras vidas en las que no hay parangón con las de los hombres homosexuales: nuestras relaciones fieles y perseverantes, nuestro trabajo como activistas sociales en favor de las mujeres y de las niñas y niños, nuestra fuerza y ternura femenina, nuestras visiones y sueños de hembras son componentes que apenas están empezando a ser retratados en la literatura y en la academia, ciertamente por las mismas lesbianas.

    Las lesbianas hemos sido forzadas a vivir entre dos culturas, ambas dominadas por los machos, cada una de las cuales ha negado y puesto en peligro nuestra existencia. Por una parte, tenemos la cultura patriarcal, heterosexista, que ha empujado a las mujeres al matrimonio y a la maternidad a través de todas las presiones imaginables: económicas, religiosas, médicas y legales, y la que literalmente ha colonizado los cuerpos de las mujeres...

    Por otra parte, nos encontramos frente a la cultura patriarcal homosexual, una cultura creada por hombres homosexuales en la que se reflejan muchos estereotipos machos como son la sumisión y dominación como modos de relación, la separación entre lo sexual y su correlato emocional, en definitiva, una cultura teñida de un profundo odio hacia las mujeres. La cultura "gay" masculina ha ofrecido a las lesbianas la imitación de roles estereotipados de "marimacho" y "femme", de "activa" y "pasiva", así como el sadomasoquismo y la violencia del mundo autodestructivo de los bares gay. Ni la cultura heterosexual ni la "gay" han ofrecido un espacio para las lesbianas donde puedan descubrir lo que significa autovalorarse, quererse a sí mismas, estar identificadas con el ser mujer y no ser una imitación del hombre ni su objetivazión opuesta. A pesar de esto, las lesbianas han sobrevivido a través de la historia, han trabajado, se han apoyado mutuamente y han amado apasionadamente. 

  Desde hace cerca de doscientos años existen feministas personal y políticamente conscientes,** y el movimiento homofílico tiene casi un siglo: muchas de  las actividades heroicas más inflexibles en todos los movimientos por un cambio social han sido lesbianas. Por primera vez en la historia nos encontramos con un punto de fusión entre el feminismo y el lesbianismo y esto es algo a lo que el patriarcado teme, de ahí que haga todo lo que está en su poder para impedirnos llegar al punto de comprenderlo y asumirlo en todo su contenido revolucionario.
 
     Creo que un movimiento militante pluraliste lesbiano-feminista es, en el mundo de hoy en día, la fuerza más grande para transformar la sociedad y nuestras relaciones con todo lo viviente. Es algo que va más allá de cualquier lucha por las libertades  civiles o la igualdad de derechos, sin restar importancia a lo necesarias que continúan siendo estas luchas. En su forma más inclusiva y profunda es un proceso inevitable por medio del cual las mujeres reclamamos nuestra visión central y primaria de cómo concibimos el futuro.
 
     Sin embargo, podemos quedar marginadas por obra de la misma estrategia que nos ha mantenido como desposeídas durante siglos. La estrategia toma muchas formas distintas, pero su propósito siempre es el mismo: dividirnos entre nosotras, decirnos que no podemos amar y trabajar juntas. El patriarcado siempre nos ha dividido en mujeres virtuosas y putas, madres y tortilleras, madonnas y medusas. La izquierda masculina actual ha rehusado reiteradamente ocuparse de asuntos de mujeres, no ha querido tratar la opresión sexual en todos su aspectos, excepto quizás en los más obvios, aunque siempre en unos términos hipócritas que no pusieran en cuestión sus propios miedos y odio hacia las mujeres.
 
La definición machista de "revolución sexual" de la pornografía, la industria multibillonaria en dólares que ve a la violación como algo placentero y a la humillación como erótica, es un mensaje para las mujeres que se relacionan sexualmente con los hombres puesto que, sin que importe el tipo de degradación que sufran, todavía pueden ser "normales" en nombre de la heterosexualidad. Es mejor colaborar con las fantasías machistas de la violencia sexual que ser lesbiana; mejor ser golpeada que rara.
 
     Ahora, frente a esta campaña antihomosexual, las lesbianas están siendo presionadas por el movimiento "gay" masculino para unirse a los hombres contra el enemigo común, simbolizado por una mujer "normal"; nos piden que olvidemos que somos mujeres y nos definamos como "gay". Es importante que las voces lesbianas sean también escuchadas ahí y que se oiga nuestra realidad lesbiana; no podemos permitirnos el lujo de rechazar o prescindir de nuestras hermanas que hoy están participando en esta manifestación, aunque debemos esperar que ellas reclamen que el movimiento "gay" haga frente a sus propios vicios sexistas.
 
A la demanda histórica feminista de una humanidad igualitaria y de un mundo libre de la dominación a través de la violencia, el lesbianismo feminista ha unido el concepto más radical de una visión centrada en las mujeres, una visión de la sociedad cuya meta no es la igualdad sino la absoluta transformación.
 
 En los últimos años el lesbianismo feminista ha tomado continuamente el liderazgo y la responsabilidad sobre asuntos que afectan a todas las mujeres. Cuando estamos total y apasionadamente involucradas, trabajando, actuando y comunicando con y por las mujeres, la noción de "absorber la energía de los hombres" se vuelve irrelevante puesto que estamos reciclando nuestra propia energía entre nosotras mismas.*** Las lesbianas no debemos olvidar que hemos sido penalizadas, envilecidas y ridiculizadas no por odiar a los hombres, sino por amar a las mujeres, el significado de nuestro amor por las mujeres es, pues, lo que tenemos constantemente que expandir.

                        Adrienne Rich, Sobre mentiras, secretos y silencios 
 
Notas 

*Y, por supuesto, de la destrucción física y psíquica de miles de mujeres a causa de la heterosexualidad institucionalizada, dentro del matrimonio y de la búsqueda de una sexualidad "normal".
 
**La quema de brujas en los siglos catorce a diecisiete fue sin duda una forma de retroceso antifeminista: y a medida que desenterramos la historia de las mujeres, en los primeros siglos encontramos más y más mujeres políticamente conscientes identificadas individualmente. 
 
***El peligro de algunas formas irónicas de "falsa trascendencia" debe hacerse notar aqui. El verdadero separatismo todavía tiene que ser definido adecuadamente. Algunas "separatistas" gastan una gran porción de su energía en fantasías de violencia contra los hombres. El "separatismo" expresado en hostigamiento psíquico y físico de mujeres que no han deshecho todas sus ataduras con los hombres (incluyendo a sus hijos machos) puede ser una desviación de los problemas más serios y difíciles para el proceso de toda la vida de separar de nosotras algunos  elementos de nuestro propio pensamiento, tales como son el uso de un lenguaje fálico y el miedo de cualquier diferencia de nuestras posiciones "perfectas". La mujer cuya psique está involuchada todavía con un padre, hermano, maestro u otra figura masculina de su pasado y que niega el poder que estas figuras todavía ejercen en ella, puede rehusasrse a dormir, comer o hablar con hombres, y quizás todavía estar dominada por la masculinidad. El movimiento de separación del ser de la identificación masculina, de la dependencia en la idelología masculina, implica una lucha psíquica genuina. Por los tanto está siendo continuamente reducido y tiene que enfrentarse a una posición política rígida, un programa, un acto de poder.
        

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