jueves, 13 de octubre de 2016
"Así llegué a los días de la Resistencia
sin saber de ella nada más que el estilo:
fue estilo toda luz, memorable concienca
de sol. No pudo nunca marchitarse
ni siquiera un momento, ni siquiera,
cuando Europa tembló en su noche más letal.
Huimos con los enseres en un carro,
de Casarsa a una aldea perdida
entre acequias y vides: y era pura luz.
Mi hermano partió una silenciosa mañana
de marzo, en un tren clandestino,
la pistola en un libro: y era pura luz.
Vivió mucho tiempo en los montes, que albeaban
casi paradisíacos en el azul sombrío
de las llanuras friulanas: y era pura luz.
Mi madre, desde el desván de la casa,
miraba siempre con la vista perdida aquellos montes,
consciente ya del destino: y era pura luz.
Con los escasos campesinos próximos
yo vivía una gloriosa vida de perseguido
por edictos atroces: y era pura luz.
Llegó el día de la muerte
y de la libertad, el mundo atormentado
se reconoció de nuevo en la luz...
Esa luz era esperanza de justicia:
no sabía cuál: la Justicia.
La luz es siempre igual a otra luz.
Luego cambió: de luz se convirtió en alba incierta,
un alba que crecía, se dilataba
sobre los campos friulanos, sobre las acequias.
Iluminaba a los jornaleros que luchaban.
Así el alba naciente fue una luz
fuera de la eternidad del estilo...
En la historia la justicia fue consciencia
de una humana división de los bienes,
y la esperanza tuvo nueva luz"
- Pier Paolo Pasolini, La religión de mi tiempo
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