No entres dócilmente en esa buena noche,
que al final del día la vejez debería arder y delirar;
Rabia, rabia contra la agonía de la luz.
Aunque los sabios al final entiendan que la oscuridad es lo justo,
ya que sus palabras no traspasaron el relámpago,
no entran dócilmente en esa buena noche.
Los buenos, que tras la última ola lloran por ese brillo
con que sus actos frágiles hubieran podido bailar en una verde bahía,
rabian, rabian contra la agonía de la luz.
Y los locos, que atraparon y cantaron al sol en su vuelo,
y aprenden, demasiado tarde, que entristecieron su camino,
no entran dócilmente en esa buena noche.
Los solemnes, cercanos a la muerte, que ven con mirada deslumbrante
cuánto los ojos ciegos pudieron alegrarse y arder como meteoros,
rabian, rabian contra la agonía de la luz.
Y tú, padre mío, allá en tu triste altura,
maldice, bendíceme ahora con tus lágrimas feroces, te lo pido.
No entres dócilmente en esa buena noche.
Rabia, rabia contra la agonía de la luz.
1947
- Dylan Thomas, In Country Sleep, And Other Poems, 1952
No hay comentarios:
Publicar un comentario