lunes, 2 de mayo de 2022

Adrienne Rich: Las Imágenes


     Ceñida a tu cuerpo, en la angustia
   de la ciudad
giro. Medio dormida, mi mano se extiende, palpa
        algo de ti, el tacto te conoce antes que el lenguaje
    te nombre en la mente. Afuera en lo oscuro,
 un aullido, las sirenas de la policía, emergencia,
        nuestro mundo cotidiano de las 3 de la madrugada,
    segando el élitro del sueño, grabando fuerzas puras,
 como exhudadas...la marejada de crueldad e impotencia...
         a una cuadra entre West End y Riverside.
     En mis sueños el Hudson gobierna la noche
  como un margen del río arrastrado contra el rápido
           ascendente de la vida en llamas, que abrasa
     los gritos sin boca de la ciudad. Giro otra vez,
 deslizo mi brazo bajo la almohada, y doy la vuelta
          para alivio, mientras tu aliento diseña
    mi hombro. Dos mujeres que duermen juntas han de
 defender mucho más que su propio sueño.
 
        ¿Y puede reconciliarme el que tú,
    la mujer cuya mano sensual y protectora
 me acaricia en sueños, desciendas cada mañana
        a esa ciudad? No impediré, no puedo
   impedir a tu cuerpo o al mío sus peligros elegidos,
¿pero, cuándo escogimos sentir nuestros
       cuerpos en cautiverio y crucifixión
  a través del aire exhausto? ¿Cuándo escogimos
ser linchadas en los nauseabundos anuncios
      eléctricos del centro de la ciudad? ¿cuándo
   escogimos convertirnos en el emblema indeleble
 de la violación en Riverside Park, en la
         obsesión del que se masturba en el
    campamento de Bandol o en la playa de Sydney?
Intentamos vivir con una ternura racional...
         No hablo sólo de nosotras, nuestras vidas son
    "decentes y cotidianas" como las
  vidas de innumerables mujeres...
           Me invento que el río Hudson es un margen a
     la derecha arrastrado contra el miedo
y el desprecio a la mujer
       (el agua como purificación, el río como límite)
   pero bien sé que mi imaginación miente:
 en el nombre de la libertad de expresión
         nos linchan no existe
     ley en nuestro favor no hay
 límites no existe la "tierra de nadie".
 
Me es imposible hacer del lenguaje vehículo
          de fantasías otra vez
     ya no puedo negar su poder de engañar
 para crear mitos pero lo mismo se podría decir
        sobre la música o de cualquier
    otra forma creada
bóvedas pintadas, maltratadas. Pietás
          martilladas carcomidas por el
    tiempo interpretando de nuevo
las víctimas     los frescos que traducen la
      violencia a formas tan poderosas y
  tan puras y nunca hemos logrado
preguntar si representan nuestra verdad.

Cuando caminé entre pedruscos golpeados por
         el tiempo pensando ya sobre ti
    cuando me sentaba cerca del mar
entre malezas resecas aún florecientes
          cuando dibujé en mi libreta de apuntes
     la espinosa flor de lenguas púrpuras,
cada pétalo protegido por su hoja con espinas
          yo estaba muda
   tan inocente de la gramática como las olas
lavando arrítmicamente    me sentí limpia
         de culpa por las palabras       no había
   palabra que leer en el libro de aquella
tierra     no había engaño o juramento
       en falso      la torre de Babel
     cayó una vez y para siempre
   la luz bebió de mi cuerpo, pensando en ti
me sentí libre en el pulso de las
          cigarras, en el abrazo de sus elogios.
 
      Cuando vi el rostro de ella, ella la
  de muchos rostros     mirando firmemente
el rostro introspectivo   juzgando     riendo
         de-alegría        contorneándose sus serpientes
   sus brazos en alto       sus senos crispados
 cuando ausculté el mundo de ella
            quise liberar en llantos mi alma en ella,
      tener libertad de palabra al fin

Y entonces llegué a casa     una mujer hambrienta
          de imágenes
    decir que mi hambre es tan antigua
tan primigenia, que todas las perdidas
        derrumbadas      deshechas      quemadas
     hechas añicos     desfiguradas     sobremaquilladas
ocultas y falsamente nombrados rostros de cada
          pretérito que hemos examinado juntas
     en todas las épocas
podrían levantarse     rehacerse re-membrarse
           como me rehago ante aquella
     presencia      como cada noche
junto a tu cuerpo en el dolor de la ciudad, dando
          una vuelta tú me recuerdas, te recuerdo
      incluso cuando nos desmembran
en las pantallas de cine, en las blancas y caras
          paredes de los coleccionistas, en las páginas
    de periódicos que vuelan por las calles
y no sería suficiente.
         Esta es la guerra de las imágenes.
   Somos la hoja espinosa que protege
a las flores de lenguas púrpuras
         una a la otra. 

                    
          Adrienne Rich, Una paciencia indómita me ha traído hasta aquí
 

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