miércoles, 17 de febrero de 2016


Noche de insomnio. Pensé con tristeza en el lenguaje. ¿Para qué escribo?
Respondí con esta escena imaginaria: vivo en el Tíbet, sola, en una choza. Nunca
hablo con nadie pues ignoro el idioma de mis vecinos.

¿Por qué no habla un niño recién nacido? Porque sus deseos y temores son demasiado intensos. El silencio, el llanto y el grito son "expresiones" del deseo puro.

Lo terrible de la conversación: nunca se está preparada para dialogar, no existen ensayos previos, de nada valen las experiencias de otros diálogos.

Escribir es mi mayor ingenuidad, es querer contener lo que se desborda...Pero si lo mío es el sueño, es el silencio. Dominio acechado. Entonces, escribir para defenderlo, para merecer mi espacio silencioso.

Cada vez que interviene la razón, que me preocupo por leyes de armonía -heredadas o no-, que escamoteo y sustraigo el caos, la mentira se me vuelve evidente, se aparece como una visión, como si fuera una revelación sobrenatural.

La moral es la gramática del deseo.

- Alejandra Pizarnik, Diarios, el 7 de septiembre de 1962 (durante su estancia en París)

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