Una extraña que anda mal
de la cabeza ha venido a compartir mi cuarto en esta casa
una muchacha loca como los pájaros
atornilla la puerta de la noche con su brazo y pluma.
Ceñida a su laberíntica cama
engaña a la casa a prueba del cielo ingresando nubes
engaña a la habitación de pesadilla
numerosa como los muertos, caminando
o montando los océanos imaginarios del pabellón de los hombres.
Ella ha llegado poseída,
acepta la luz ilusoria a través de la pared mullida,
poseída por los cielos
duerme en la depresión angosta y camina el polvo
alucina a su antojo
en las mesas del manicomio desgastadas por mis lágrimas.
Y tomado por la luz de sus brazos
por fin, puedo, Dios, al fin,
soportar la primera visión que incendió las estrellas.
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