sábado, 9 de mayo de 2020

Sátántangó




"En el silencio tenso, el zumbido continuo de las moscas de los caballos era el único sonido audible, eso y la lluvia constante que caía a lo lejos, y, uniendo a los dos, el rasguño cada vez más frecuente de las acacias dobladas afuera, y el extraño trabajo nocturno de los insectos en las patas de la mesa y en varias partes del mostrador cuyo pulso irregular mide las pequeñas porciones de tiempo, distribuyendo el espacio estrecho en el que una palabra, una oración o un movimiento pueden encajar perfectamente. Toda la noche de finales de octubre latía con un solo pulso, su propio ritmo extraño sonaba a través de los árboles, la lluvia y el barro de una manera más allá de las palabras o la visión: una visión presente en la poca luz, en el lento paso de la oscuridad, en las sombras borrosas, en el trabajo de músculos cansados; en el silencio, en sus sujetos humanos, en la superficie ondulada de la carretera cubierta de grava; en el cabello moviéndose a un ritmo diferente al de las fibras disolventes del cuerpo; crecimiento y decadencia en sus caminos divergentes; todos estos miles de ritmos resonantes, este ruido confuso de ruidos nocturnos, todas partes de una corriente aparentemente común, ese es el intento de olvidar la desesperación; aunque detrás de las cosas, otras cosas aparecen como sin sentido, y una vez más allá del poder del ojo, no se juntan. Entonces, con la puerta abierta como siempre, con la cerradura que nunca se abrirá. Hay un abismo, una grieta."

- László Krasznahorkai, Sátántangó

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