...Nada se sabe de los antecedentes o del origen de Marguerite Porete. Ella aparece como un borrón en el aire de la teología medieval alrededor de 1296 como autora de un libro llamado Le Mirouer des simples âmes anienties et qui seulement en vouloir et dèsis d´amour (El espejo de las almas simples aniquiladas y que sólo viven anhelando el deseo de amor), que provocó la ira de la Inquisición papal tanto por su forma como por su contenido. Ya que Marguerite escribió su Espejo en francés antiguo -no en latín, que era la lengua oficial para pensar en Dios-. Cuando la Iglesia le ordenó que dejara de diseminar sus ideas de esta manera, Marguerite se negó. Cuando fue arrestada por la Inquisición e interrogada sobre su asombroso y embriagador libro, Marguerite se negó también. Cuando la Inquisición le pidió que jurara que no enseñaría o publicaría nunca más, Marguerite volvió a negarse. Cuando se le ordenó que se retractar de su rechazo bajo pena de muerte, Marguerite se negó una vez más. El juicio se Marguerite por herejía se llevó a cabo durante la primavera de 1310. Al mediodía del 1 de junio de ese año fue quemada viva en la plaza pública de París.
domingo, 17 de abril de 2022
Su espejo de las almas simples
Marguerite Porete, mística beguina y hereje del siglo XIII,
autora del libro "El espejo de las almas simples", habla en primera
persona relatando que no contestó a las preguntas de los inquisidores y
por no querer renegar de su libro fue quemada en la hoguera.
Aria del juicio
(cantada por Marguerite)
Durante mi inquisición,
que duró desde el primero de marzo al último de mayo de 1310,
escuché 33 preguntas
del inquisidor papal,
Guillermo de París,
quien había reunido a cinco doctores de la ley y diez teólogos
para consultarlos sobre mi libro
(mi Espejo)
porque contenía capítulos legibles en prosa y verso
por no decir
¡errores de herejía, muerte, pecado!
por lo cual,
a cada una de las 33 preguntas,
pese a que eran preguntas vivas y virtuosas,
elaboradas seguramente por hombres eruditos,
quienes me las hicieron una y otra vez,
días tras día,
planteadas de esta y aquella manera como si yo fuera alguien que no
escuchara -
a cada una de estas preguntas como digo
devolví
la misma respuesta de vidrio.
No respondí nada.
Y como roncas hojas que se arrastraban por el suelo siseante
cada vez más caliente y más y más y más aprisa
¡hasta que
un día
se encendieron! debajo de mí -
Pero esto es sólo la historia: es el turno de las preguntas.
Adonc.
Anne Carson, "Decreación"
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