sábado, 29 de noviembre de 2014




En esta luz azulina
     Puedo llevarte allí,
habiéndome hecho la nieve
     un universo de hueso
por el que mirar. Esta
     es mi casa,

lo que me toca del muro
     Etrusco, los limoneros de
mi vecino, y, justo debajo
     de la capilla,
la fábrica de aviones.
     Un gallo

canta el día entero en la niebla
     más allá de los muros.
Hay leche en el aire,
     hielo en las oleosas
superficies de los limones. ¡Qué
     límpida es la mente,

santo sepulcro! Se trata de una niña
de Piero
della Francesca, desabrochándose
su vestido azul,
su manto de atmósfera,
porque tiene que ir

al campo. Vamos, entremos.
     Es antes del
nacimiento de dios. Nadie
     se ha levantado aún
para ir a los museos, a la línea
     de montaje–cuerpos

y alas—al mercado de
     de víveres. Esto es
lo que hacen los seres vivientes: entrar.
     Se trata de un largo camino.
Y el vestido se abre una y otra vez
     desde la eternidad a la

privacidad, y la vida en su seno se agita.
     Hacia el corazón,
la tragedia, el momento presente
     siempre dado a luz muerto,
pero al entrar, cada respiro
     es un botón

abriéndose, algo terriblemente
     ágil que con sus dedos
tantea cada negativa.

Jorie Graham,“San Sepolcro” en The Dream of the Unified Field: Selected Poems, 1974-1994

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