"Dos significados superpuestos de maternidad: la relación potencial de cualquier mujer con su capacidad de reproducción y con los hijos; y la institución, cuyo objetivo es asegurar que este potencial -y todas las mujeres- permanezcan bajo el control masculino."
"El patriarcado, un sistema político, ideológico, familiar-social, en el cual los hombres –a través de la fuerza y la presión directa, o por medio del ritual, la tradición, la ley y el lenguaje, las costumbres, la etiqueta, la educación y la división del trabajo- determinan qué papel deben o no representar las mujeres y en el cual lo femenino está siempre subsumido a lo masculino."
"Sostener la heterosexualidad obligatoria para las mujeres como medio de garantizar que a los hombres se les permita el acceso sexual y emocional-y, por tanto, económico- a las mujeres.""Cuando pensamos en una institución, generalmente podemos verla encarnada en un edificio: el Vaticano, el Pentágono, la Sorbona, el Tesoro, el Instituto Tecnológico de Massachusetts, el Kremlin, la Corte Suprema. Lo que no podemos ver, hasta que nos convertimos en estudiantes cercanos de la institución, son las formas en que el poder se mantiene y se transfiere detrás de los muros y debajo de las cúpulas, los entendimientos invisibles que garantizan que residirá en ciertas manos pero no en otras, que se transmitirá información a éste pero no a aquél, las connivencias ocultas y conexiones con otras instituciones de las que supuestamente es independiente. Cuando pensamos en la institución de la maternidad, no nos viene a la mente ninguna arquitectura simbólica, ninguna encarnación visible de autoridad, poder o violencia potencial o real. La maternidad nos recuerda el hogar, y nos gusta creer que el hogar es un lugar privado. Quizá nos imaginemos fila tras fila de patios traseros, detrás de casas suburbanas o de vecindad, en cada uno de los cuales una mujer tiende la ropa o corre a recoger a un niño de dos años lloroso; o miles de cocinas, en cada una de las cuales los niños son alimentados y enviados a la escuela. O pensamos en la casa de nuestra infancia, en la mujer que nos amamantó, o en nosotras mismas. No pensamos en las leyes que determinan cómo llegamos a estos lugares, las penas impuestas a quienes hemos intentado vivir nuestra vida de acuerdo con un plan diferente, el arte que nos representa en una serenidad o resignación antinaturales, el establishment médico que ha despojado a tantas mujeres del acto de dar a luz, los expertos, casi todos hombres, que nos han dicho cómo debemos comportarnos y sentirnos como madres. No pensamos en los intelectuales marxistas discutiendo si producimos `plusvalía´ en un día de lavar ropa, cocinar y cuidar niños, o en los psicoanalistas que están seguros de que el trabajo de la maternidad nos conviene por naturaleza. No pensamos en el poder que nos roban y el poder que nos niegan, en nombre de la institución de la maternidad."
"A mis abuelas Mary Gravely y Hattie Rice, cuyas vidas empiezo a imaginar, y a las activistas que trabajan para liberar a los cuerpos de las mujeres de las ataduras arcaicas e innecesarias."
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