Mi trabajo son las palabras. Las palabras son como etiquetas,
o monedas, o mejor, como un enjambre de abejas.
Confieso que sólo me rompe los orígenes de las cosas;
como si contásemos las palabras como abejas muertas en el ático,
desprovistas de sus ojos amarillos y de sus alas secas.
Tengo siempre que olvidar cómo una palabra es capaz de elegir
a otra, manejar a otra, hasta que tengo
algo que podría haber dicho...
pero callé.
Su trabajo consiste en vigilar mis palabras. Pero yo
no admito nada. Trabajo con lo mejor de mí, por ejemplo,
cuando puedo escribir mi elogio a una máquina de monedas,
aquella noche en Nevada: contando cómo el mágico premio gordo
apareció haciendo sonar tres campanas en la pantalla de la suerte.
Pero si usted me dijera que esto es algo que no es real,
entonces me debilitaría, recordando cómo mis manos
se sintieron raras y ridículas y llenas de todo
ese creíble dinero.
Anne Sexton
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