Son todos ustedes acusados; levántense. El orador no puede hablarles sino están ustedes de pie.
De pie como ante La Marsellesa.
De pie como ante el himno ruso.
De pie como ante el God save the King.
De pie como ante la bandera.
En fin, de pie ante DADÁ, que representa la vida y les acusa a ustedes de querer lo que sea por esnobismo, siempre y cuando cueste caro.
¿Se han sentado todos de nuevo? Tanto mejor, de esta manera podrán escucharme con mayor atención.
¿Qué hacen ustedes aquí, hacinados como ostras serias? Porque ustedes son serios, ¿no es así?
Serios, serios, serios hasta la muerte.
La muerte es cosa seria, ¿eh?
Uno muere como un héroe o como un idiota, que es lo mismo. La única palabra que no es efímera es la palabra muerte. Quieren ustedes la muerte para los otros.
A muerte, a muerte, a muerte.
Sólo el dinero no muere, se va sencillamente de viaje.
Es el Dios, aquel al que se respeta, el personaje serio – dinero respeto de las familias. Honor, honor al dinero: el hombre que tiene dinero es un hombre honorable.
El honor se compra y se vende como el culo. El culo, el culo representa la vida como las patatas fritas, y todos ustedes que son serios, todos ustedes olerán peor que la mierda de vaca.
DADÁ, por su parte, no huele a nada, no es nada, nada, nada.
Es como sus esperanzas: nada.
Como sus paraísos: nada.
Como sus ídolos: nada.
Comos sus políticos: nada.
Como sus héroes: nada.
Como sus artistas: nada.
Como sus religiones: nada.
Silben, griten, rómpanme la jeta, ¿y luego? ¿luego qué? Una vez más diré que son ustedes unos tontos. En tres meses, mis amigos y yo les venderemos nuestros cuadros por algunos francos.
Leído durante la velada Dadá del Teatro de la Maison de l'Oeuvre
el 27 de marzo de 1920
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