"En los conflictos que como reportero he tenido que cubrir en Latinoamérica, África, Oriente Medio y los Balcanes, me he encontrado con personas excepcionales, de diversos credos, religiones, razas y nacionalidades, que se erguían de forma majestuosa para desafiar al opresor en nombre de los oprimidos. Algunos de ellos han muerto. Otros han pasado al olvido. La mayoría nos resultan desconocidos.
Esas personas, a pesar de sus inmensas diferencias culturales, tenían rasgos comunes: un profundo compromiso con la verdad, incorruptibilidad, coraje, desconfianza hacia el poder, odio por la violencia y una profunda empatía que abarcaba a la gente que era diferente de ellas, incluso a aquellos que la cultura dominante definía como enemigos. Son los hombres y mujeres más notables que he conocido en mis veinte años de corresponsal en el extranjero. Y he tratado, hasta este mismo día, de ajustar mi vida a los estándares que ellos establecieron"
"Como Hannah Arendt escribió en “Los orígenes del totalitarismo”, las únicas personas moralmente fiables no son las que dicen “esto está mal” o “esto no debería hacerse”, sino las que dicen “No puedo hacerlo”. Saben que como escribió Immanuel Kant: “Si la justicia perece, la vida humana sobre la tierra ha perdido su significado”
"Esta fe es lo que Havel llamaba en su gran ensayo “El poder de los indefensos” vivir en la verdad. Vivir en la verdad expone la corrupción, las mentiras y engaños del Estado. Es la negativa a formar parte de la farsa"
"Podemos sentir frente a la despiadada destrucción corporativa de nuestros pueblos, de nuestra cultura y nuestro ecosistema, que somos débiles e indefensos. Pero no lo somos. Tenemos un poder que aterroriza al Estado corporativo. Cualquier acto de rebelión, aunque lo emprendan unas pocas personas o sea duramente censurado, socava ese Estado corporativo. Cualquier acto de rebelión mantiene vivas las brasas para los movimientos más amplios que nos secunden. Trasmite otra narrativa que, a la vez que el Estado va consumiéndose, atraerá cada vez a un mayor número de personas. Quizá esto no se produzca durante nuestra existencia. Pero si persistimos, mantendremos viva esta posibilidad. Si no lo hacemos, se extinguirá"
"El Dr. Rieux, en la novela “La Peste” de Albert Camus, no se deja llevar por la ideología sino por la empatía, por el deber de ocuparse de los que sufren sin que importe el coste. Empatía, o lo que el novelista ruso Vasily Grossman llamaba “simple amabilidad humana”, que en cualquier despotismo se convierte en un acto subversivo. Poner en marcha esta empatía –empatía hacia los seres humanos encerrados en jaulas a menos de una hora de nosotros [aquí, en Princeton], empatía con las madres y padres indocumentados arrancados de sus hijos en las calles de nuestras ciudades, empatía con los musulmanes que huyen de las guerra que creamos y que son demonizados y expulsados de nuestras costas, empatía con la gente pobre de color a la que la policía dispara en nuestras calles, empatía con las niñas y mujeres traficadas para la prostitución, empatía con todos aquellos que sufren a manos de un Estado que intenta militarizar e imponer una crueldad bestial sobre los vulnerables, empatía con el planeta que nos da la vida y que está siendo contaminado y saqueado para el lucro- se convierte en un acto político e incluso peligroso"
“He templado mi fe en el Infierno”, escribió Vasily Grossman en su obra maestra “Vida y destino”. “Mi fe ha surgido de las llamas de los crematorios, del hormigón de la cámara de gas. He visto que no es el ser humano el que es impotente en la lucha contra el mal, sino que es el poder del mal el impotente en la lucha contra el ser humano. En la impotencia de la bondad, de la bondad sin sentido, está el secreto de su inmortalidad. Nunca podrá ser vencida. Cuanto más estúpida, más sin sentido, más indefensa pueda parecer, más inmensa es. El mal es impotente ante ella. Los profetas, líderes religiosos, reformadores, líderes sociales y políticos son impotentes ante ella. El amor ciego y mudo es el sentido del ser humano. La historia del ser humano no es la batalla del bien luchando para superar al mal. Es la batalla librada por el gran mal luchando para aplastar la semilla de la bondad humana. Pero si ni siquiera ahora lo humano ha podido ser aniquilado en el ser humano, entonces el mal nunca vencerá”
"Esta fe es lo que Havel llamaba en su gran ensayo “El poder de los indefensos” vivir en la verdad. Vivir en la verdad expone la corrupción, las mentiras y engaños del Estado. Es la negativa a formar parte de la farsa"
"Podemos sentir frente a la despiadada destrucción corporativa de nuestros pueblos, de nuestra cultura y nuestro ecosistema, que somos débiles e indefensos. Pero no lo somos. Tenemos un poder que aterroriza al Estado corporativo. Cualquier acto de rebelión, aunque lo emprendan unas pocas personas o sea duramente censurado, socava ese Estado corporativo. Cualquier acto de rebelión mantiene vivas las brasas para los movimientos más amplios que nos secunden. Trasmite otra narrativa que, a la vez que el Estado va consumiéndose, atraerá cada vez a un mayor número de personas. Quizá esto no se produzca durante nuestra existencia. Pero si persistimos, mantendremos viva esta posibilidad. Si no lo hacemos, se extinguirá"
"El Dr. Rieux, en la novela “La Peste” de Albert Camus, no se deja llevar por la ideología sino por la empatía, por el deber de ocuparse de los que sufren sin que importe el coste. Empatía, o lo que el novelista ruso Vasily Grossman llamaba “simple amabilidad humana”, que en cualquier despotismo se convierte en un acto subversivo. Poner en marcha esta empatía –empatía hacia los seres humanos encerrados en jaulas a menos de una hora de nosotros [aquí, en Princeton], empatía con las madres y padres indocumentados arrancados de sus hijos en las calles de nuestras ciudades, empatía con los musulmanes que huyen de las guerra que creamos y que son demonizados y expulsados de nuestras costas, empatía con la gente pobre de color a la que la policía dispara en nuestras calles, empatía con las niñas y mujeres traficadas para la prostitución, empatía con todos aquellos que sufren a manos de un Estado que intenta militarizar e imponer una crueldad bestial sobre los vulnerables, empatía con el planeta que nos da la vida y que está siendo contaminado y saqueado para el lucro- se convierte en un acto político e incluso peligroso"
“He templado mi fe en el Infierno”, escribió Vasily Grossman en su obra maestra “Vida y destino”. “Mi fe ha surgido de las llamas de los crematorios, del hormigón de la cámara de gas. He visto que no es el ser humano el que es impotente en la lucha contra el mal, sino que es el poder del mal el impotente en la lucha contra el ser humano. En la impotencia de la bondad, de la bondad sin sentido, está el secreto de su inmortalidad. Nunca podrá ser vencida. Cuanto más estúpida, más sin sentido, más indefensa pueda parecer, más inmensa es. El mal es impotente ante ella. Los profetas, líderes religiosos, reformadores, líderes sociales y políticos son impotentes ante ella. El amor ciego y mudo es el sentido del ser humano. La historia del ser humano no es la batalla del bien luchando para superar al mal. Es la batalla librada por el gran mal luchando para aplastar la semilla de la bondad humana. Pero si ni siquiera ahora lo humano ha podido ser aniquilado en el ser humano, entonces el mal nunca vencerá”
"...sabes que en la resistencia hay un bálsamo que conduce a la sabiduría, y si no a la alegría, a una extraña y trascendente felicidad. Sabes que si resistimos mantenemos viva la esperanza"
- Chris Hedges, El precio de la resistencia
Fuente: www.rebelion.org
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