Yo le pido a mi madre que cante
Ella comienza, y mi abuela se le une.
Madre e hija cantan como niñas pequeñas.
Si mi padre estuviera vivo tocaría
su acordeón, balanceándose como un bote.
Nunca he estado en Peking, o en el Palacio de Verano,
ni en el gran Bote de Piedra
mirando
cómo empieza a llover en el Lago Kue Ming,
y cómo los campistas huyen por el pasto.
Pero me gusta oír ese canto;
cómo los lirios acuáticos se llenan de lluvia
hasta volcarse, derramando en agua el agua,
oscilando, para llenarse de nuevo.
Ambas mujeres han empezado a llorar.
Pero ninguna detiene su canto.
- Li-Young Lee, De Rose, 1986
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