jueves, 30 de marzo de 2017




"También había cosas buenas. Eran días hermosos. El invierno había sido excepcionalmente riguroso, todo el mundo lo decía. De modo que teníamos derecho a aquel magnífico verano. No sé si teníamos derecho. No habían matado a mis pájaros. Eran pájaros salvajes. Y sin embargo bastante confiados. Yo los reconocía y ellos parecían reconocerme. Aunque nunca se sabe. Faltaban algunos y había otros nuevos. Intentaba comprender mejor su lenguaje. Sin recurrir al mío. Eran los días más largos y más hermosos del año. Yo vivía en el jardín. Ya he hablado de una voz que me decía esto y lo otro. En aquella época comenzaba a actuar de acuerdo con ella, a comprender sus deseos. No se servía de las palabras que habían enseñado al pequeño Moran, quien a su vez las había ensenado a su pequeño. De modo que al principio no sabía lo que quería la voz, pero he terminado por comprender su lenguaje. Lo he comprendido, lo comprendo, quizá erróneamente. No es este el problema. La voz es quien me dijo que hiciese el informe. ¿Es decir, que ahora soy más libre? No lo sé. Ya aprenderé. Entonces entré en casa y escribí, es medianoche. La lluvia azota los cristales. No era medianoche. No llovía." 

-  Samuel Beckett, Molloy

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