1
La entraña férrea del alcor. No se comprende.
Un calor de estiércol en la broza
donde inesperadamente el fuego del bosque se abre;
el calor, el aislamiento de las minas;
el arco-iris, ella, está luchando por extenderse
allá donde no comprenden ni el hombre ni el ganado,
arquea sus fulgores sobre surcos y rastrojo
sólo para llegar adonde debe ir;
desde la veta plateada brota la esmeralda
esperando que la luz la alcance, y respira con dolor;
la minera trabaja bajo el reflector
de su casco; carga un peso como la muerte.
La minera no es una metáfora. Como las demás,
desciende a la jaula, arrojada al fondo
por la gravedad; para ajustarse en la hendidura
su cuerpo debe transformarse como el de otros,
para cavar un filón
sobre ella la pica se apoya pesada, denso permanece
el aire enrarecido, con pedrones, vigas, con niebla,
la montaña se ciñe contra ella
el polvo de la montaña se interna lento
en las fibras de sus pulmones.
La jaula cae en lo obscuro de la caverna,
la rutina de la vida cotidiana continua:
una mujer gira la perilla de una puerta, pero tan suave,
tan calladamente, que nadie se despierta
sólo ella escudriña
en la obscuridad de las habitaciones, para cercionarse
de cómo duermen, a quién le falta su ternura,
por qué ventana penetra el hielo de febrero
en el cuarto y quién necesita de su protección:
Sólo ella puede ver; fue adiestrada para ver.
4
¿Podrías imaginarte un mundo habitado sólo por mujeres?,
preguntó el entrevistador. ¿Puedes imaginarte
un mundo donde las mujeres no existan? (él creyó
que era una broma). Sin embargo, debo pensar
en uno y otro en el mismo instante. Porque
habito ambos mundos. ¿Podrías imaginarte,
preguntó el entrevistador, un mundo sólo de hombres?
(él pensaba que era una broma). ¿Si piensas así,
sería el tuyo un mundo donde los hombres no existen?
Ausente, con cautela, respondí: Sí.
5
La ficción del hombre siempre comprensivo,
el perfil hermano, el alma gemela -
¿abandonamos por él a nuestras madres,
negamos por él a nuestras hermanas, una y otra vez?
¿Lo hemos soñado, lo conjuramos
sobre la estaca en cenizas,
noches, después, en la cabaña aislada por la nieve,
soñamos o vislumbramos su rostro
en las brasas líquidas,
ese hombre que se hubiera atrevido a conocernos?
6
Nunca fue el violador:
fue el hermano, perdido,
el compañero/gemelo cuya palma
tendría una línea de la vida idéntica a la nuestra:
firme, angulosa,
bifurcante rayo del insatisfecho deseo
Nunca fue la tosca mano de mortero, ni la ciega
baqueta de fusil lo que buscábamos:
sólo un semejante
con recursos naturales iguales a los nuestros.
Pero, a ciegas, otro ser
se construía
-un mutante dicen algunos:
un ser urgido por la sangre
el ejemplar de una “civilización chapucera”
como uno de ellos la llamó
los niños toman armas de fuego
porque eso es ser hombre
Durante siete años hemos vivido con la violencia
Ni siquiera valió una vida-
pero la garra del patriotero aprieta la garganta
de ella, y su voz está en peligro de muerte
y ese tipo de ser se ha acostado en nuestras camas
declarándose nuestro deseo
exigiendo sangre de mujer para vivir
el pecho de una mujer donde recostar sus pesadillas
8
Y ese ser existe con otras formas:
una pasividad que malinterpretamos
por ternura
en nuestra desesperada búsqueda-
Sin embargo la ternura es activa
la ternura limpia el miembro cancerado
ingenia instrumentos más compasivos
para tocar la herida más allá de la herida
y no desmaya con asco
no se ahuyenta
se mantiene con serenidad como testigo
contra el ave de rapiña, contra el parásito
9
Estoy cansada de su cobardía,
de la obligación de ser extraordinarias
al llevar a cabo lo que una mujer corriente
hace sobre la marcha
estoy cansada de mujeres que doblegan su altura
para sacar a luz la vena primordial
cansada de los desperdicios que toleramos
a tan alto precio, con tanta euforia, para recibir aún más
(-¿en qué se transforma lo que la minera muesca
y talla montaña adentro con su propio dolor?)
Soy esto: observo la araña
reconstruir “con paciencia”, dicen,
pero reconozco
en su propia impaciencia -la mía-
el fervor de hacer y rehacer una y otra vez
el lugar donde impera tal destrucción
rehusar, ser víctima
hemos vivido tanto tiempo con la violencia
¿Debo continuar repitiéndome
para mí y para ella:
Este es mi cuerpo,
tómalo y destrúyelo?
11
La grandiosidad de lo cotidiano:
en este frío granero las mesas están cubiertas
de porcelana, de calzadores de plata
alemana, hay un libro con bordes dorados
que se abre como un marco-
una caja de galletas de los años treinta.
Afuera, el norte se extiende vasto
con nieve no esparcida, todo es
al mismo tiempo distante y conocido
cada hogar tiene lo que debe contener
las mujeres cuecen restos de pavo
a fuego lento, guardan la cristalería
recién lavada, y remojan los manteles de hilo
La obscuridad llega temprano a las ventanas
12
Estas cosas menudas que las mujeres salvan
son cuánto queda de ellas
o de aquellos a quienes ellas aman
estos paquetes de cartas, de instantáneas
pacientemente pegadas durante años
en el álbum de fotografías
estas sobras, retazos convertidos en tela
vestidos de muñecas, limpios pedazos de tela blanca
para detener la sangre
el claro pañuelo amarillo de la novia
la marca de lápiz indicando la estatura del hijo
en la puerta del sótano. En este frío granero soñamos
un universo de cosas humildes-
y sin ellas, no hay recuerdo
ni fidelidad, ni el futuro tiene sentido
ni el pasado honor.
13
Hay palabras que no puedo volver a escoger:
humanismo andrógino
Esas palabras no son vergonzosas, ni deben encogerse
ante las furiosas abuelas estoicas:
su brillo es muy superficial, como un tinte
que no impregna
las fibras de la vida real
tal cual la vivimos, ahora
como esta manta maltrecha, obscurecida de manchas antiguas
que echamos sobre los hombros del hijo enfermo
o que envolvemos sobre las piernas insensibles
del héroe adiestrado para matar
volvemos nuestras manos sobre este tejido, hecho jirones
porque quedó interrumpido
una y otra vez, un legado sin terminar,
que se descubre en el cajón
de una vieja cómoda del granero,
desaparecido ya el orgullo y el esmero de aquella abuela
que aún nos estimula a continuar nuestro trabajo
inspirando nuestra obra, para absorber el abismo
en la Gran Nebulosa,
para ayudar a la tierra a concebir.
Las primeras mujeres que se reconocieron como mineras
han muerto. El arco-iris vuela
como un contrafuerte al aire desde las paredes sombrías
la vena plateada y verde
aguarda el golpe de la pica
el obscuro filón clama por la luz
Mi corazón se conmueve por cuanto no pudo salvar:
tanto se ha destruido.
sin poder extraordinario
rehacen el mundo.
Adrienne Rich, El sueño de un lenguaje común
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