lunes, 2 de febrero de 2015


El aire es un molino de garfios -
Preguntas sin respuesta,
Centelleantes y ebrias como moscas
Cuyo beso insoportable punza
Los fétidos vientres de aire negro bajo los pinos de verano.

Recuerdo
El olor muerto del sol en las cabañas de madera,
La rigidez de las velas, los extensos sudarios de sal.
Y una vez que uno ha visto a Dios, ¿qué remedio hay?
Y una vez que uno ha sido atrapado

Sin que sea descuidada parte alguna,
Ni un dedo de las manos, ni uno de los pies y que uno ha sido usado,
Enteramente usado, en las conflagraciones del sol, esas manchas
Que se alargan desde antiguas catedrales,
¿Qué remedio hay?

¿La pildora de la comunión?
¿Caminar junto a aguas inmóviles? ¿La memoria?
¿O recoger los fragmentos brillantes de Cristo
En las caras de los roedores,
Esos come-flores mansos

Cuyos anhelos son tan poco elevados que están cómodos -
La ballena jorobada en su pequeña casa rural
Bajo los rayos de las clemátides?
¿No hay un gran amor, sólo ternura?
¿Recuerda el mar a quien camina sobre él?
Intencionadas ausencias en las moléculas.
Respiran las chimeneas de la ciudad, transpiran las ventanas,
los niños saltan en sus cunas.
El sol florece, es un geranio.

Aún no se ha detenido el corazón.”

- Sylvia Plath, "Mystic"

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